Salió del gimnasio de paso en Buenos Aires, con el bolso lleno de ropa y toallas sucias, y un aspecto casual de bailarín clásico de torso erguido. Nada había de casual en su apariencia, luego de haber pasado toda la mañana buscando ropa deportiva de moda y sexy.
Otra vez ese molesto tirón en el estómago, bien dentro de su plexo solar, entre los órganos. No podía controlarlo cuando pensaba en ella, y ya llevaba una década de no sentirlo al subir al escenario. Eso era la manifestación corporal del miedo. No era amor, ni calentura, era temor puro. Temía a Chipy como al escenario a los 14, pero ahora era capaz de rematar el Bolshoi por pasar una noche abrazado a esa flaca, toda sonrisas, que odiaba el ballet, la ópera y los musicales. Él, que se daba el lujo de despreciar por viciosas a las codiciadas herederas de The Hamptons, perdido de la vida por la morocha con olor a humo de cigarrillos y ojeras de cinc.
-Llegaste, nene. Hoy vamos a ir al fondo de las cosas- le dijo cuando se encontraron en Defensa y Humberto Primo.
Después de una tensa caminata, ella abrió la laptop en un banco de Madero Este. Conectó cosas. Entro en Google Maps –Buenos Aires, Plaza de Mayo- y, de a poco y en silencio, llegó en la pantalla a mostrarle el techo de la casa donde él había nacido.
-¿Ves? esto es lo que perseguís, lo que te seduce. No me engaño, no soy yo-
Él le dio un beso grande, en la boca, muchas gracias y se fue.
Pensó que Buenos Aires era la chica 14 años mayor que él, medio sonrisa, medio vicio, mucha astucia, que extrañaba viviendo en Nueva York. Lloró un poco.
ufff impresionante. Asi, nada más.
Larga el blog y saca un libro morocha.
=)