Tyler Durden: Primera regla del Club de la Pantufla: No hablarás del Club de la Pantufla…
John Gage: Ella es la mejor del Club de la Pantufla.
Shackleford: Seguro.
Diana Murphy: Me dijiste que nunca antes lo habías hecho ¿Cuántos miembros tiene ese Club?
John Gage: ¿En todo el mundo? Digamos que… unas dos docenas.
Si, señores. Yo tengo mi propio Club de la Pantufla. Es un tema que no debería tocar en un blog tan concurrido como este, pero -como es mio- digo lo que se me canta.
Hay mujeres que juntan las cartas de los novios, o los tickets del cine, o los sobrecitos de azúcar con frases, o las flores dentro de un libro. Pero yo junto pantuflas.
No es que me robe las pantuflas de los desafortunados sujetos que “intentaron” tener una relación sentimental conmigo, no señor… ME LAS REGALAN.
No he cruzado datos con mis amigas sobre la tasa de repetición de regalos, pero calculo que el tema flores/remerita/joya/portaligas debe ir encarando cómodo; en cambio a mi me regalan PANTUFLAS. Lo curioso del caso, es que no soy una persona que anda en pijamas por la casa -de hecho no tengo, ni siquiera, un jogging-, no ando descalza y no soy de las que se cambia la ropa cuando llega del trabajo: como salí me quedo todo el día.
En resumen: tengo muchos más pares de pantuflas de las que puede necesitar un ser humano en toda su puta vida, y ni hablar de los que puede necesitar un ser humano que no usa pantuflas.
A lo largo de mi vida sentimental, he tenido varios partenaires con pantuflismo y en distintos grados. Hubo el que me regaló TOOOOODA una línea de Caro Cuore -y cuando digo toda, es TODA- que incluía pantuflas; pero como esas pantuflas del juego mucho no le gustaban, me regaló OTRO PAR que también quedaba bien, ergo: 1 juego de ropainteriorpijamabata y 2 pares de pantuflas. También tuve un base-sin-aire que lo único que me regaló fue un par de pantuflas; y uno muy espléndido que cagó una serie impecable de regalos con el efecto pantufla, among others. Una frase aparte merece el que, mostrándome una pantufla de esas descartables de los telos, me dijo: “Cuando nos vayamos, te dejo que te lleves las tuyas”.
(En este momento se ahogaron de la risa o están pensando “¡Pobre mina!”… o ambas cosas.)
Estoy segura de que hay una fantástica explicación de este fenómeno, pero no creo que ninguno de mis ex affairs -que por supuesto leen este blog- vayan a responder, pero, tal vez, algún otro lector con pantuflismo pueda tirarme una punta. Como yo siempre me quedo petrificada ante el regalo, nunca pude pedir explicaciones.
(Tranquilo, chango/s. No te/los voy a deschabar porque no sos/son el único 😉 )
JAJAJAJAJAJ
sos tan lo más Marina. TAN!
Estaba por decirte que agradezcas que si bien son del club de los peluches, tienen utilidad, y ahí me di cuenta:
Ojo al piojo! Detras de toda utilidad hay un propósito. El pantuflero fantasea con que a su partida, llorarás los fines de semana en jogging viejo, mirando tele, comiendo como un cerdo y usando sus pantuflas. Es una señal de alerta, claramente. El pantuflero es abandónico.
lamentablemente el “base-sin-aire” asesino mi unico abdominal de la risa y perdi el hilo del post
jjajajaajajaj sos grosa marina!
yo tengo un par de pantuflas que me regalo mi ex q son dos patas de dinosaurio, si queres te las regalo! (?)
Vale incluir las pantuflas al merchandising oficial, asi te las sacas de encima y de paso haces unos mangos?
jajajaja no sé cómo será la cosa en Argentina pero es la primera vez en mi vida que oigo que a alguien le regalan unas pantuflas. Bueno, a mi abuela le compran mis tías pero más porque las necesita que por un detalle. No importa, guardame un par para que yo lo subaste cuando esto de los blogs dé fama y fortuna. Saludos.
me quede pensando…
no tendras una coleccion de pantuflas de hotel alojamiento de alta rotatividad, no?
no que no marina?
Miles de asociaciones de todo calibre entre “regalar pantuflas” y “tirar la chancleta”.
bueniiiiiiisimoooooooo!!!!!!!!